La periodista y abogada Krystal Laracuente Cortés comparte una reflexión tras el asesinato del agente Eliezer Ramos Vélez.
Eliezer Ramos Vélez, de 35 años, sue asesinado ayer tras perseguir a gatilleros estando franco de servicio. (Suministrada)
30 de marzo de 2024 • 10:33am
Levantarse en Viernes Santo con la tragedia de que un policía fue abatido por delincuentes, nos sentó a muchos a pensar.
Eliezer Ramos Vélez era un joven de 35 años que había decidido dedicarse a la profesión a la que muchos le huyen; no porque sea malo ser policía, sino por la ingratitud con la que se paga a quienes deciden proteger vida y propiedad. Me explico.
Eliezer acababa de salir de trabajar cuando se topó con individuos disparando. Este agente pudo haberse hecho de la vista larga, pero optó por cumplir con el juramento que hizo el día que decidió servir a Puerto Rico. Hizo una llamada y explicó lo que estaba ocurriendo, no esperó por compañeros. Probablemente, la adrenalina del momento lo llevó a perseguirlos para sacarlos de circulación. Buscaba lo que tú y yo queremos: calles seguras.
Todos los días, hay cientos de “Eliezer” que salen a servir. Salen por vocación, por amor, no puede haber otra razón, porque la realidad es una: los policías están mal pagos, no tienen retiro justo, no tienen los equipos necesarios en apoyo a sus funciones. Esto sin contar, algunos otros, que están partiéndose el lomo, llevan toda una vida trabajando, pero no tienen la edad mínima o, simplemente, se tienen que quedar, porque lo que recibirían de retiro es menor a un 50% de su salario. Nadie puede vivir así.
Buscando información sobre Eliezer encontré una publicación que hizo en el 2021, hablando de la muerte de los tres policías que habían sido asesinados, precisamente, en Carolina. En ella explicaba que meses antes su vida había estado en riesgo.
Lo único que puedo concluir es que Eliezer había nacido para ser parte de la Uniformada; él sabía, siempre supo que salir no garantizaba su regreso. Su paga y las condiciones de empleo no compensaban un sacrificio tan grande.
Soy hermana de dos policías. El agente y el sargento Laracuente. Se comen la calle diariamente. De hecho, uno de ellos viaja desde Añasco a San Juan para cumplir con su labor. Así como hacen la gran mayoría. Hay muchos temas sobre la mesa, pero hay unos que deben tener prioridad. Nuestros policías necesitan justicia.
En mi casa, te hemos llorado, Eliezer. Gracias por tu servicio, por nacer y morir con las botas puestas. Descansa en paz.